Azul de Rusia

Wednesday, April 19, 2006


Terminé de leer La condesa sangrienta, qué criatura más hermosa y más extraña. Lo que salta de forma evidente a la vista es lo bien que le queda esa denominación, “criatura”. Porque como dice la autora al final, si hubiera podido entregar su vida de forma irreflexiva, tal como un animal del bosque, habría sido completamente feliz, o cuando menos habría vivido de verdad, no con esa ausencia ilimitada de sus ojos. “Sólo ella, la humana, en su destino de ser humano, en su destino con claves de connivencia, estaba encerrada.”

Yo no soy como Erzsébet, jamás me he sentido criatura de la tierra, yo no habría soportado y mantenido la cordura. Pero lo entiendo, entiendo que en la sobriedad existen bellezas; no la de la furia del desbordamiento de los sentidos y las pasiones, la que Erzsébet agotó hasta las últimas gotas de sus víctimas, esa de la que habla Aragon, “la fuerza que tiene el vino”; pero sí una belleza de la calma de la angustia que se ha cansado y desea alejarse ahora al rincón acolchonado de la melancolía.

1 Comments:

  • At 7:23 PM, Blogger Karina C. said…

    ¿Qué te parece si agotamos nuestra propia sangre? No hay necesidad de ser de esta tierra para poder soportar las desgracias pero tampoco debemos alinenarnos del mundo, por eso te digo que es mejor gastarnos hasta el último respiro para salir triunfando de nuestras adversidades... aunque duela.

     

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